Entre el centro, Villamorra y Carmelitas, cinco empresarios hablan de las peripecias por las que atraviesan en las aguas del negocio del entretenimiento nocturno.

Por Jorge Coronel

La cerveza está fría. Las luces, encendidas. La música hace al ambiente perfecto, mientras las personas empiezan a llegar. La fiesta está hecha. Pero pocos saben que esa noche empezó varias horas antes, con muchas personas detrás y determinaciones precisas. Con el crecimiento imparable de Carmelitas y Villamorra y la revitalización constante del centro histórico, la noche asuncena ofrece distintas posibilidades con una nueva generación de empresarios.

Todos tienen en común la pasión por la noche, desde aquellos primeros años de adolescencia. Muchos como DJ -o como atentos espectadores- fueron dando sus primeros pasos hasta abrir sus locales, conquistar un público y mantenerse en el mercado. Algunos de ellos forman parte de la Asociación de la Movida del Centro Histórico de Asunción (Amcha), gremio fundado por los dueños de distintos locales.

“UNA AMANTE MUY EXIGENTE”

Micky Riego tiene 32 años, y es socio fundador de Shamrock. Con un espíritu curioso e inquieto, empezó como barman de la recordada discoteca Caracol; pasó a trabajar en otras empresas en el área de marketing y comercial, hasta que decidió aventurarse. Después de un viaje a Buenos Aires, registró la marca Shamrock en el país y produjo junto a un socio -en 2011, y casi tímidamente- los shows de Las Pastillas del Abuelo y No Te Va Gustar.

El aprendizaje, desde entonces, fue una constante. «Por el camino de la noche conocés buenas y malas personas que te dan una experiencia a lo largo de tu aprendizaje. Yo era pibe, y se aprende a andar», comenta. En febrero de 2013 abrió el local, con un perfil especialmente rockero. Según define, el público corresponde a una clase media-alta, con un 64,3% de clientela femenina. Para el joven empresario, el negocio de la noche es bastante «fluctuante». «Hoy la opción que vos tenés en el centro es gigantesca. Hoy tenés una vida nocturna que no existía cuatro años atrás. Era: ‘Nos vamos al Bolsi o a Lido Bar, o a Rivera, pero ir al centro era complicado», recuerda.

Igualmente, reconoce que el segmento rockero no es el más comercial del mercado. «Cuando va a ser alternativo, rock, sabés que va a ser reducido. Somos un país cumbiero…», advierte. Así y todo, la apertura del local generó una movida interesante en su misma zona, sobre la calle Mariscal Estigarribia (como ocurriera con el hoy extinto local La Viuda). El empresario reconoce la dificultad del negocio, que no deja de ofrecer muchas oportunidades. «La noche es una amante muy exigente. Te exige demasiado», dice. «Te saca prácticamente todo, pero también te da ciertas satisfacciones. Te tiene que gustar».

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