El músico y compositor argentino volvió un día al país e hizo lo que mejor sabe: confirmar su fecundo legado en el cancionero del rock argentino.

Por Jorge Coronel

No es desmedido indicar que pocos compositores de su generación han dado vida a un puñado de canciones que, desde un primer acorde, nos remiten a experiencias musicales a los que Fito Páez nos había acostumbrado. Y es que, también hay que decirlo, posiblemente lo mejor de su obra quedó allá por los años ’90, cuando editaba discos como El amor después del amor (1992) y Abre(1999).

Esta vez, el músico de Rosario volvió cuatro años después con un álbum recién editado: Rock and Roll Revolution(2014). Disco que, también hay que reconocer, no propone revolución alguna en su universo musical, pero que sí le sirve de “excusa” para seguir cantando… como él mismo reconoció en su recital de anoche.

Frente a un Court Central del Yacht y Golf Club que estaba lejos de llenarse, apareció sobre el escenario un Fito Páezde 51 años dispuesto a presentar canciones de su nuevo álbum, pero también aquellos himnos inevitables. Vestido de un saco albirrojo y un pantalón jean corto, el músico abrió la noche con estrenos: la verborrágica Rock and Roll Revolution, la inspirada Muchacha y la eléctrica Yo te amotuvieron la misión de apertura… que resultó algo tibia, comparado a lo que vendría.

“¡Buenas noches, Asunción, carajo!”, fue el saludo inicial de cantante, quien apareció acompañado de una banda que merece atención y mención aparte. La potencia del sonido de Fito hoy recae en la audacia y virtuosismo de sus músicos Diego Olivero (director y guitarra eléctrica), Juan Absatz (teclados y guitarra), Mariano Otero (bajo) y Gastón Baremberg (batería). Entre arreglos instrumentales y de voces, la banda estable del artista aporta fuerza rockera, que contrasta con la dulzura del piano que Fito encanta… o que acompaña el rosarino cuando toma la guitarra.

A diferencia de su manejo mediático, el argentino sí se mostró conversador con sus fans en cada intermedio: habló del clima paraguayo (“¡Qué calor en Asunción!”), de cerveza, del largo tiempo del regreso (“Hace mucho no veníamos, así que vamos a hacer un concierto largo”, prometió); también recordó sus primeras venidas (“Recuerdo cuando vine, hace muchos años… pasa el tiempo, y seguimos acá. Eso fue por el ’87, ’88: gracias por permitirme acompañarlos”, mencionó).

Al público, como se sabe, hay que darle lo que quiere. Por eso, la verdadera euforia tuvo lugar cuando el músico ofreció en el setlist sus eternos clásicos: la entrañable Rueda Mágica(originariamente grabada con voces de Charly García y Andrés Calamaro), la furiosa Al lado del camino (acompañada con fuerza por el público) y la poderosa Tumbas de la gloria (que llevó a sus fans al éxtasis total).

Ya en plan intimista, el músico ofreció con su piano la recordada Cadáver exquisito, que antecedió a She’s Mine y a la tan coreada Y dale alegría a mi corazón.

Los gritos desbordaron las instalaciones del Yacht mientras sonaba la histórica Un vestido y un amor (tema que, en su momento, versionó el brasileño Caetano Veloso). Después de un breve descanso instrumental y con la cadencia de los teclados de Absatz, la banda volvió a hacer de las suyas con una descomunal versión de Loco, aquel tema de Charly García. Páez aprovechó para homenajear al maestro por su cumpleaños número 63, después de rendirle tributo desde la misma portada de su Rock and Roll Revolution.