Español de nacimiento pero paraguayo por adopción, el sacerdote jesuita José Luis Caravias confiesa que Bergoglio le “salvó la vida” en tiempos de la dictadura militar en Paraguay y Argentina.

Por Jorge Coronel

Nacido en Alcalá la Real (Jaén), Andalucía, a finales de 1935, José Luis Caravias creció en Coín (Málaga) y a los 18 años decidió ser jesuita. Todavía como estudiante llegó al Paraguay, en 1961. Su compromiso social con las Ligas Agrarias Cristianas (LAC) -conocido como el primer gran movimiento campesino del país- provocó que la dictadura de Stroessner ordenara su secuestro, concretado el 5 de mayo de 1972.

Fue así como se trasladó hasta la ciudad argentina de Clorinda. «Busqué la parroquia donde ya años antes había ido. La Policía argentina nos dijo que fue un cruce de frontera ilegal, decidieron que tenía que irme también de la Argentina, entonces volví con un pasaporte nuevo. Trabajé un par de años en el Chaco argentino, con sindicatos de hacheros», menciona el sacerdote en entrevista a ABC Color.

Caravias decidió después mudarse a la capital argentina, justo cuando Jorge Bergoglio asumía como provincial de los jesuitas argentinos. «Empecé a trabajar con los paraguayos en las villas miserias», señala sobre sus tareas en Buenos Aires. Por entonces, el ministro José López Rega -figura influyente de Perón- había fundado la Triple A, un grupo terrorista paramilitar que persiguió y asesinó a los que él consideraba como infiltración marxista en el peronismo. Entre sus víctimas se encontraron célebres sacerdotes jesuitas, que luchaban por la reivindicación de los derechos ciudadanos.

ADVERTENCIA DE VIDA

De su vínculo con Bergoglio, Caravias recuerda especialmente un momento crucial de su existencia. «Bergoglio me avisó que también anunciaron la muerte de otros sacerdotes, entre quienes estaba yo. Me aconsejó que me fuera. Yo estaba muy cansado, y estando en España me avisó que no me volviera», agrega.

Por esos días, la dictadura militar argentina había matado a varios sacerdotes y torturado a sus colaboradores. «Ciertamente, creo que me hubieran matado si estuviera allá. Por eso digo que me salvó la vida. Insistió que salga del país por una temporada. Y hubo miles de muertos», subraya. Sobre esta anécdota, entre otras, el sacerdote escribe en Dios en mi vida, una autobiografía en la que rescata los momentos más importantes de su historia clerical.

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