Emocionó a propios y extraños cuando las redes sociales dieron a conocer su historia. Gabriel Olmedo o, simplemente, Fofi, hoy, es emblema de que las limitaciones externas nunca son impedimento para la felicidad.

Por Jorge Coronel

Tiene 22 años y, como cualquier chico de su edad, sueña, siente, ama, ríe, se enoja y se enamora. Todos los días se despierta alrededor de las 8:00 –si al día anterior no compartió una de las noches de karaoke a las que le suele llevar su hermano mayor–. Después de un buen desayuno, va hasta la oficina de su padre, donde permanece –casi de guardia– hasta el mediodía. Es que nadie debe molestar a su padre cuando lo ocupan sus quehaceres como ingeniero.

Luego del almuerzo, quizás duerma la siesta o, directamente, vaya hacia sus sesiones de fisioterapia. Para el resto del día, podría acompañar a su padre a sus entrenamientos de fútbol o, quizá, prefiera asistir a los ensayos del coro que integra su hermano o salga con su novia…, su mayor perdición. Es que la sola enunciación de “Almita” sirve para provocarle una enorme sonrisa.

Pero la tranquilidad de sus días dio un giro cuando su hermana Renata (27) –abogada de profesión y atleta de pasión– se despedía para ir a uno de sus entrenamientos. “Un día tenía que ir a entrenar porque llegaba la fecha de la corrida –Media Maratón Internacional Ciudad de Asunción (MMICA), realizada el domingo 24 de mayo– y le pregunto a Gabo: ‘¿Te querés ir a entrenar?’. La respuesta fue un sí rotundo”. Entonces, su aventura recién empezaba. No tenían ni idea del cómo, pero sí sabían el qué: “Fofi” participaría “sí o sí” en una corrida de calle.

Las sonrisas de “Fofi”

Gabo nació de parto prematuro en 1992. Debido a la falta de oxígeno durante el alumbramiento, convive con una lesión cerebral y espasticidad. Esto es un trastorno motor del sistema nervioso en el que algunos músculos se mantienen contraídos permanentemente. En síntesis, no puede caminar ni mucho menos correr por sus propios medios.

Pero la vida de “Fofi” va mucho más allá de sus limitaciones. “Podés tomarte un duelo por ciertas cosas, entristecerte –reflexiona Renata–, pero eso no puede durar más de un periodo. Siempre mi papá me decía: ‘¿Cómo puede ser que tu hermano sea tan feliz, no pudiéndose rascar cuando algo le pica?’. Le pica un mosquito, por ahí le molesta la piel, y él no se puede rascar. ¡Igual tiene el mejor humor y la mejor sonrisa!”.

Contra todo pronóstico, la vida de “Fofi” está hecha de sonrisas y mucha felicidad. “Gabriel se levanta con una sonrisa de oreja a oreja y matándose de la risa todos los días de su vida”, dice su hermana. “Y las limitaciones externas que tiene jamás fueron ningún impedimento para que él sea una persona feliz”.

El desafío mayor

La aventura, como tal, empezó hace casi un mes. El 5 de mayo pasado tuvieron su primera práctica en la costanera de Asunción. “Fofi” correría con un carro –especialmente hecho a su medida– empujado por su hermana Renata. En esa fecha probaron el carro. Pero antes de la prueba vivieron toda una odisea para conseguir el medio ideal en el que iría “Fofi”. “Empecé a buscar personas que en el Paraguay hagan este tipo de carritos. La mayoría, como tiene miedo a lo nuevo, me dijo que no”, cuenta Renata. “Nos costó conseguir, pero encontramos personas superamables que nos dijeron: ‘No tengo idea, pero si vos me vas mostrando cómo, lo vamos a lograr’”. Así, Renata y su novio fueron dando forma, con ayuda de un profesional, al carro del tercer corredor de esta aventura.

Y así llegaron al carro con el que decidieron participar de la MMICA 2015, en su prueba complementaria de 5 km. “Cada vez se animó más, cada vez se alegró más. A él le gusta el cariño de la gente, de sus familiares, de sus amigos (…). Sus amigas le decían: ‘Fofi va a correr’, y esa alegría es la que él busca”.

Mientras lograban dar forma al carrito, el entrenamiento seguía para ambos. Para Renata, la actividad no es ajena en su vida. Desde pequeña se aboca a los deportes y hace tres años compite en carreras internacionales. Para él, esta sería una total novedad.

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